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La Responsabilidad Social en las Instituciones de Educación Superior ¿Valor obligatorio o transformación necesaria?

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Mtro. Jorge Antonio Alfaro Rivera.
Docente de la Escuela Normal Superior Oficial de Guanajuato.
Escuela Normal Superior Oficial de Guanajuato.

 

“El tener es un logro, El saber una oportunidad, pero el ser es nuestra esencia y es ahí a donde debemos llegar” (Gil, 2006).

El texto hace patente la deuda que al ser la responsabilidad social un valor obligatorio, tiene la educación superior en cuanto al rol de servicio que debe brindar a la sociedad de forma colaborativa a enfrentar los graves problemas que padecen muchas naciones entre ellas nuestro país.

coepes-ensog-responsabilidad-socialLa pobreza, la desigualdad social y la crisis de convivencia que se observa en México son sólo algunas de las calamidades que se han acentuado en esta primera década del siglo XXI. Es entonces que la llamada responsabilidad social se presenta como un nuevo desafío en la sociedad pero esencialmente en las instituciones educativas concretamente en las de educación superior, ya que estos centros deben comprometerse, no sólo con formar buenos profesionales, sino también a personas que se involucren socialmente.

En ese sentido, y no obstante de que cada vez más instituciones de educación superior promueven y practican la responsabilidad social, aún es necesario seguir insistiendo en que ésta se convierta en una realidad. Por ello, estos centros educativos no deben alejarse del tipo de acciones que los lleven a involucrarse con sus entornos, dado que son organizacion que a través de los objetivos que le dan su razón de ser, como son la formación humana y profesional (objetivo académico) y la construcción de nuevos conocimientos (objeto de la investigación) tienen alcances muy específicos que son diferentes a los generados por otro tipo de organizaciones, llámese empresas, ONGs, asociaciones civiles, etc.

Los alcances o logros en esta temática deben verse reflejados en rubros como el funcionamiento organizacional, la formación, la construcción epistemológica y ontológica del hacer desde el ser, mediado por nuestra construcción cognoscitiva y la relación e impacto con la sociedad, constituyéndose estos cuatro aspectos en ejes de acción que conduzcan a las instituciones de educación superior a asumir la responsabilidad social como un valor obligado que les lleve hacia una gestión responsable y eficiente.

De ahí que, fomentar la responsabilidad social en los centros educativos se convierte en un desafío, de cuyos procesos de formación, análisis y reflexión sobre el trabajo hecho, emanen sujetos capaces de comprender su entorno pero también de transformarlo siendo sensibles a los problemas de los demás, comprometidos con el desarrollo social de su país y la inclusión social de los más vulnerables.

Palabras clave: Educación superior, responsabilidad social, valor obligatorio, procesos de formación, transformación.

Introducción

Al paso de más de una década, para ser precisos desde la Conferencia Mundial de la UNESCO celebrada en París en 1998 (UNESCO, 1998), donde se establecieron grandes directrices de modernización para las instituciones de educación superior, aún existen algunas metas claves para el desarrollo social de varios países, entre ellos México, que en cuanto a la educación superior no ha podido alcanzar. Ejemplo de ello es la gran deuda que las instituciones de educación superior tienen con la sociedad con relación al aporte de acciones concretas que ayuden a sus entornos a superar los adversos indicadores sociales existentes.

Lo anterior no es un hecho aislado sino resultado de las amplias transformaciones en nuestras sociedades, mismas que están vinculadas a fenómenos de diversa índole, entre ellos, de naturaleza política, social, económica y educativa, entre muchos otros, que propician situaciones de inestabilidad y cambios emanados de los nuevos paradigmas en esta llamada sociedad del conocimiento. Dichos cambios traen consigo una serie de problemáticas (Brunner, 2000), que pueden resumirse en los siguientes términos:

• Progresivo crecimiento de la brecha social a partir de la desigualdad en la distribución de la riqueza, ingreso, y capital educativo entre los distintos estratos sociales.

• Crisis en cuanto a participación, representación y responsabilidad por el respeto a los derechos sociales y humanos.

• Un retroceso en la construcción de valores, de sentido y de los aspectos ético-morales que favorecen el desarrollo del capital social.

Ante ello, se plantea la necesidad de revisar, reflexionar y en su caso reenfocar el rol social que juegan las Instituciones de Educación Superior (IES) como mecanismo inductor de mejora no sólo de la calidad de vida de la comunidad en la cual se encuentran insertas, sino también de la calidad de las instituciones involucradas en la organización, desarrollo y proyección de la vida política y social regional. Es decir, plantear hacia el interior de las mismas pero logrando hacer visible la responsabilidad social como valor obligado ante tales retos.

La responsabilidad social: conceptualización y origen

Considero necesario, en aras de lograr el objetivo, reflexionar y repensar el tema de la responsabilidad social como un valor implícito en la formación y servicio que brindan las IES, es necesario conceptualizarlo o en su caso reconceptualizarlo como obligatorio. Para ello, a continuación se alude en primer término a la revisión de su significado.

Es importante mencionar que este concepto,no es nuevo, de hecho se comienza a introducir en el discurso de ciertas empresas a partir de 1889, como una forma de organizar y administrar las riquezas de la empresa hacia el bien de toda la sociedad (Carnegie, 1993). Sin embargo, diversos expertos en el tema (Lozano, 1999; Chivarri y Castro, 2000), refieren que es para la década de los años 20, cuando en realidad surgen los primeros planteamientos sobre el tema.

Es, para estos autores, un concepto que se basa en el principio de la caridad, una acción de la empresa en su conjunto, pasando ésta a convertirse en la administradora de los recursos sociales asumiendo la responsabilidad que esto implica, y no una acción filantrópica de carácter individual.

Al respecto, Castillo (2008) ahonda en el tema y señala que la responsabilidad social en y desde la empresa, en el ejercicio de su función, ha de asumir conciencia de los efectos reales de sus acciones sobre el entorno social, interiorizando algunas pautas de comportamiento que manifiesten una actitud más positiva en la consideración de los valores e intereses sociales.

Lo anterior plantea un cambio de mentalidad y a su vez exhibe un reto ante la constatación de la insuficiencia del beneficio como único índice expresivo de la eficiencia socioeconómica de cualquier empresa. De ahí que sigue siendo necesario avanzar en la construcción e impacto de dicho concepto. Dado que la Responsabilidad Social (RS), resulta estratégica para las empresas y para la sociedad en general, en virtud de que no sólo genera impactos, resultados y retornos, sino que es también objeto de diseños internos que se alinean con las acciones sustantivas de diversas organizaciones (Guédez, 1998, p.135).

Por todo esto, hoy en día, la responsabilidad social se considera un concepto normativo de vital significancia e impacto para transformar nuestros entornos y en general la sociedad. En ese sentido, la Organización de Estados Americanos (OEA, 2008), en conjunto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), definen la Responsabilidad Social como:

Una política de calidad ética del desempeño de la organización, que se ocupa de la gestión responsable de los impactos que genera hacia dentro y hacia fuera, solucionando continuamente los problemas diagnosticados en colaboración con las partes interesadas y/o afectadas. (p. 7)

Resignificando esta definición a partir de lo expuesto se puede mencionar que la responsabilidad social implica entonces una gerencia (política de gestión) que se debe apoyar en la investigación y la evaluación (diagnóstico y medición permanente de todos los procesos de las organizaciones), buscando así la mejora continua de todos los procesos, productos e impactos generados por las organizaciones (calidad), para de esta forma orientarse éticamente a la satisfacción -en la medida de lo posible- de los interesados y/o afectadas por la existencia de las organizaciones, asociándose y dialogando con todos los actores necesarios para lograr este propósito en un marco de acción participativa. De esta forma, la responsabilidad social posibilitaría colocar en la agenda de la gerencia organizacional nuevos temas para la solución común de los problemas sociales de un mundo más complicada como en el que nos desenvolvemos.

En síntesis, la responsabilidad social es un término que hace referencia al conjunto de obligaciones y compromisos, legales y éticos, tanto nacionales como internacionales, que se derivan de los impactos que la actividad de las organizaciones producen en el ámbito social, laboral, medioambiental y de los derechos humanos.

Llevado esto al terreno de lo educativo y en particular de la IES, la responsabilidad social se asume como la capacidad que cada entidad tiene para difundir y poner en práctica un conjunto de principios y valores generales y específicos, por medio de cuatro procesos claves: gestión, docencia, investigación y extensión.

De la misma forma que sucedió en el mundo empresarial la aparición y aplicación del concepto de responsabilidad social en las instituciones de educación superior no supuso el inicio de actividades socialmente responsables de éstas, sino que muchas de ellas ya tenían en marcha iniciativas relacionadas, sobre todo en el ámbito medioambiental. La mayor implicación de las universidades en su entorno inmediato ha ido convirtiéndose en un compromiso social, incluso es hoy uno de los temas estrella de la educación superior del siglo XXI (ANUIES, 2000).

Como ya se mencionó, las tareas que muchas universidades y en general las instituciones de educación superior mantienen y que pueden considerarse reflejo del compromiso social son abordadas desde la llamada “dimensión social” en la que hay una expresión explícita sobre el tema, esencialmente a través de los espacios y las actividades de “proyección social”, “extensión universitaria”, “relaciones con la comunidad”, “extensión interactiva”, “relación Universidad-Sociedad”, etc., es decir, haciendo referencia a aquellas actividades que realiza la universidad fuera del espacio académico.

Los enfoques mencionados coinciden en que sus acciones tienen un impacto en la vida de la comunidad docente y estudiantil. No obstante, es importante señalar que como resultado de este tipo de ejercicio los estudiantes logran una formación técnica, es decir, aplican los conocimientos adquiridos en las aulas para solucionar y/o enfrentar problemas reales. Por el contrario, debería introyectarse como una formación integral que, además de permitirles poner en práctica los conocimientos adquiridos, los sensibilice con la realidad (formación en valores), conformando ciudadanos más sensibles y conscientes de los problemas que existen en su entorno y en la sociedad en general.

Esto implica que, hasta ahora, la responsabilidad social sólo forma parte de una función sustantiva a la que se le conoce con una diversidad de nombres y que comprende los programas destinados a la difusión de los conocimientos, al intercambio de experiencias, así como a las actividades de servicio tendientes a alcanzar el bienestar general de la comunidad y la satisfacción de las necesidades de la sociedad (Aponte, 2006). Incluso, se le puede concebir como resultado de la articulación de la docencia y la investigación; o bien, como aquella función que le da la identidad a su institución en cuanto a su objeto o razón de ser.

Un cambio necesario

Ante ello, resulta vital que las Instituciones de Educación Superior, tal como lo hizo la empresa, superen el enfoque filantrópico de la inversión social (como gasto extra) para entenderse a sí mismas bajo el nuevo paradigma de la Responsabilidad Social. De esta forma, las instituciones de educación superior deben tratar de superar el enfoque de la "proyección social y extensión universitaria" como “apéndices” bien intencionados a su función central de formación estudiantil y producción de conocimientos, para que puedan entonces asumir la verdadera exigencia de la Responsabilidad Social Universitaria.

En este sentido, queda claro que la responsabilidad social debe asumirse como una estrategia de gestión que exige su abordaje desde un enfoque holístico en y desde la propia organización para que de esta forma puedan concebirse iniciativas desde la interdisciplinariedad (en cuanto crean sinergia entre varios campos o áreas) e intersectoriales (en cuanto asocian varias funciones a la vez, que son propias de la estructura institucional: administración, formación, investigación, participación social).

Por lo antes dicho, resulta muy importante reconocer que las instituciones de educación superior, sin ser empresas, son organizaciones que funcionan en una sociedad dinámica y que es necesario generar procesos intensificados que promuevan impactos tanto sobre las personas que laboran en ellas (administrativos, docentes, estudiantes) como sobre su entorno social y natural.

En razón de ello, las instituciones socialmente responsables deben organizarse para ser consistentes, alinear sus objetivos, misión, estructura, organización y forma de trabajar para ser coherentes, y direccionar su trabajo. Es decir, tomar decisiones a partir de un liderazgo consciente sobre los impactos positivos o negativos que tiene su actuar frente a la sociedad.

Al respecto, Jarrín (2009) considera que la responsabilidad social debe apropiarse entonces desde la perspectiva de los niveles de conciencia, cuestionando el por qué, el para qué y el cómo evolucionar en sus diferentes acciones para que de esta forma las organizaciones (IES) hagan emerger los programas que generen, y eso podrá lograrse cuando se cambien los modelos mentales. Esto es, para lograr un cambio de la mirada filantrópica a holística se requiere de un cambio de la genética organizacional.

El reto es, entonces, considerar o desarrollar dos nuevas dimensiones: éticas y estratégicas. La primera, donde la responsabilidad social se forja desde la conciencia y evoluciona hasta comprenderla como procesos; atreviéndose a modelar, a influir en y sobre los contextos. La segunda, cuando el modelo de actuación da lugar a nuevos e innovadores comportamientos (Kliksberg, 2005).

A partir de lo expuesto, puede decirse que la responsabilidad social sólo logrará solidez cuando alcance a incidir en la cultura de los actores y de las organizaciones (instituciones) en las que se desenvuelven. Para lograrlo, se requiere que la mayoría de sus actores se encuentren formados en el tema y se comporten, desde dentro, como vigilantes críticos del comportamiento de la organización.

En ese momento, la responsabilidad social se volverá ya no una tarea aislada o una excepción, sino lo “cotidiano”, “lo que las personas hacen”. Es decir, se transformará el comportamiento común de las organizaciones. Es por eso que, el factor educativo e informativo es un elemento clave en dichas instituciones, y depende en gran medida de los esfuerzos que se hagan en torno a la creación y fortalecimiento de una cultura de, en y para la responsabilidad social, concretamente cuando esta trascienda hacia el beneficio social.

En consecuencia, la responsabilidad social implica necesariamente un modo de gestión integral, que podría caracterizarse como una gestión sobre sus actores (humanos, sociales y ambientales) pero también sobre sus procesos, logrando su involucramiento activo y comprometido, convirtiéndose en un esfuerzo constante por abarcar y satisfacer los intereses de todos los beneficiarios potenciales. Esta gestión debe realizarse de manera ética e inteligente, asumiendo inteligente como una gestión que busca un proceso cíclico en y con beneficios para la organización. Ya que, al ser socialmente responsable la organización, ésta impacta en un entorno para hacerlo mejor.

En otras palabras, para que una institución de educación superior pueda ir trabajando y logre considerarse socialmente responsable, deberá tener en consideración los siguientes rubros:

  1. Integrar la responsabilidad social como valor obligatorio en la misión, visión y valores de la organización, así como a sus estrategias fundamentales.
  2. Transformarla en cultura organizacional, es decir, en su manera de pensar, sentir y hacer sobre su actuar socialmente responsable.
  3. Vincular sus acciones sociales, tanto aquellas que les preocupan como aquellas en las que asumen la iniciativa y emprenden la acción y hacer que las cosas sucedan pero de manera responsable en cada uno de los eslabones que conforman dichos procesos.
  4. Aceptar que el alcance transversal de la responsabilidad social implica que ella va desde el insumo hasta el consumo, llegando hasta el impacto.
  5. Evaluar sus resultados e impactos con estándares que den cuenta de los resultados económicos, sociales y ambientales que se logran.
  6. Conjuntar los aprendizajes obtenidos de los resultados sobre los balances establecidos.
  7. Concebir la responsabilidad social como una competencia que debe desarrollarse durante todo el proceso formativo de manera semejante al resto de las competencias que plantea el programa de cualquier institución.
  8. Vincular su reflexión sobre la responsabilidad social con el concepto de sociedad que se desea, plantear la utopía posible.
  9. Aprender a aceptar sus responsabilidades y compromisos ante la sociedad al igual que la sociedad debe ofrecer las condiciones para que las instituciones de educación superior estén en posibilidad de cumplir con dichas responsabilidades.
  10. Promover la existencia de una seguridad jurídica, estabilidad política, legitimidad institucional, transparencia y respeto a la libertad que dé sentido a esta responsabilidad. (Guédez, 2009).


Una alternativa

En ese sentido, para que se interiorice en sus actores una nueva cultura hacia la responsabilidad social, ésta deberá vincularse directamente a cuatro procesos, que tendrán que integrarse al actuar cotidiano de cualquier institución de educación superior que lo tenga como propósito. Éstos son:

  1. Funcionamiento organizacional, abarcando desde el clima laboral, la gestión de recursos humanos, los procesos democráticos internos y el cuidado del medio ambiente. Siendo la intención lograr un comportamiento organizacional éticamente ejemplar para la educación continua en y desde los hábitos cotidianos rutinarios, y teniendo el cuidado de incluir a todos los integrantes de la Institución. Se podría resumir en “educar con el ejemplo”.
  2. Ámbito educativo, implicando a la formación académica y pedagógica, tanto en sus temáticas, organización curricular; así como en sus metodologías y estrategias didácticas. Cuidando de que dicha formación se dirija efectivamente hacia un perfil del egreso que haya incorporado competencias ciudadanas para el desarrollo sostenible de su sociedad. Esto implica considerar en todo momento las realidades sociales con su formación empleando entre otros métodos, el Aprendizaje Basado en Proyectos Sociales.
  3. Producción, uso y difusión del conocimiento, generada en y desde la investigación, y los modelos epistemológicos favorecidos desde el aula. Aquí, la idea sería direccionar la actividad científica y la práctica experta de la indagación hacia su responsabilización social, no sólo a través de una negociación de las líneas de investigación con interlocutores externos, sino desde los procesos de construcción de conocimiento en forma participativa, tanto con actores académicos como no académicos.
  4. Participación Social, que alude a la posibilidad de organizar proyectos desde la institución con actores externos de tal modo que se constituyan vínculos de puente generando un capital social (Kliksberg, 1999), orientado al desarrollo social de modo que todos puedan aprender juntos (tanto los participantes académicos como los no académicos) en el discurrir de dicho intercambio.


De esta forma, las IES trabajarían desde estos cuatro ejes en función de una mejora continua de sus procesos, logrando afirmarse como “socialmente responsables”. En este sentido, queda claro que la responsabilidad social es una estrategia de gestión universitaria. Luego, exige, como ya se mencionó, un enfoque holístico sobre la propia organización (Burton, 2000).

Reflexiones finales

Queda claro que las IES son las responsables de la formación de los ciudadanos, de ellas surgen los profesionales y académicos que se espera asuman liderazgo en la sociedad, es por esto que la afirmación de que la preparación universitaria es un elemento fundamental en los procesos de cambio es indiscutible.

No obstante, es vital considerar que la acción social debe ser necesariamente activa y comprometida, un valor obligatorio. Para ello, deben coordinarse todos los elementos de la comunidad educativa: directivos, académicos, personal administrativo y estudiantes, favoreciendo una sinergia que coadyuve a construir una cultura que impulse acciones orientadas al logro de propósitos comunes, cuya intencionalidad sea propiciar una vida digna.

La educación que se imparte a nivel superior debe tomar el compromiso que tiene con su razón de ser: “la educación en el siglo XXI nos invita a ser instituciones más solidarias, con espíritu de servicio a la comunidad, colaborando a erradicar la pobreza, la intolerancia, la violencia, el analfabetismo, el hambre y la sostenibilidad del medio ambiente” (Brovetto, 2000).

En otras palabras, para que la presencia de nuestras instituciones se considere socialmente responsable deberá intervenir a través de acciones significativas y sostenibles permeando a la sociedad. Lo que significa formar conciencia sobre la responsabilidad con el bienestar de la sociedad constituyéndose así en un claro indicador de que, como instituciones de educación superior estamos cumpliendo con nuestra razón de ser.

Finalmente, este breve ejercicio de análisis, reflexión y posible discusión, aunque breve e incompleto nos permite ubicarnos ante una importante realidad: las sociedades presentan sus demandas y expectativas de diálogo e intercambio con las instituciones de educación superior, esperando nuestra respuesta aunque esta parta de aquello que nos resulta más cercano y concreto, a la vez que impulsamos la superación de resistencias desde la búsqueda de novedosas iniciativas que lo posibiliten.

Referencias

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Castillo, A. (2008). La responsabilidad de la empresa en el contexto social. Universidad de Málaga. España: Cuadernos de Ciencias Económicas y Empresariales.

Brovetto, J (2000). “La educación superior para el siglo XXI”. En Tünnermann, C., y López, F. La educación en el horizonte del siglo XXI, Colección Respuestas N° 12. Ediciones EISALC/UNESCO- Caracas.

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