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México: su necesidad de internacionalizarse y formar a los ciudadanos del mundo

Mtro. José Alejandro Rivero de la Fuente. Licenciado en Diseño Industrial y Maestría en Administración, director de la Universidad Insurgentes, plantel León.

Mtra. Mabel Tania Torres Cortés. Licenciada en Psicología Social, Maestría en Educación, coordinadora de Pedagogía, Psicología y Maestría en Educación de la Universidad Insurgentes, plantel León.

 

Reseña

En este artículo se plantea la necesidad impostergable de internacionalizar la educación mexicana, proyectarse más al futuro y dejar de centrarse en el pasado o en un nacionalismo limitante, educar a nuestros alumnos para asumirse como sujetos activos capaces de transformar su realidad, en un contexto inminentemente globalizado.

Palabras clave: Sistema educativo mexicano, internacionalización, ciudadanos del mundo, nacionalismo, globalización.

 

articulo 4 1Proyectar planes y programas de estudio en México, ha implicado vislumbrar que los alumnos aprendan una serie de contenidos socialmente relevantes, materializando las grandes áreas del conocimiento, tradicionalmente enseñadas: matemáticas, español y ciencias, con predominio de aprendizaje del tipo conceptual-declarativo, aun cuando se intente atender los conocimientos procedimentales y actitudinales o sociales, mismos que se dividen en grados de complejidad, administrados en los diferentes niveles educativos de forma gradual y, desafortunadamente, fragmentada, a pesar de los intentos de los últimos tiempos para vincular aprendizajes con la vida diaria, es decir, que sean significativos, que procedan y se transfieran a la realidad.

Pero, a la par de estos conocimientos tradicionales, surge la necesidad de incluir asignaturas que intenten abordar problemáticas sociales emergentes, desde donde se contemplen contenidos de índole socioemocional y valoral, de educación cívica u otros, como la “asignatura estatal”, donde se pretende el análisis de los temas locales o regionales; asimismo, es el caso de la pretendida transversalidad en el abordaje de contenidos y la intención de contextualizar los aprendizajes.

No obstante estos esfuerzos, hay que reconocer que en la intervención educativa de nuestro país se hace poco por considerar un contexto globalizado, ya que los tradicionales contenidos, antes mencionados, siguen teniendo primacía y están predominantemente circunscritos a temas de la cultura regional: si bien se aprenden temas generales o universales, como geografía o ecología e historia universal, es verdad que en el momento en que se revisa el pasado o se analizan las características de las diferentes regiones del mundo, los problemas ambientales, etc., el abordaje se hace desde una postura predominantemente egótica, etnocéntrica y se deja de ver al fenómeno de la globalización e internacionalización de los centros escolares como algo inminente.

Lo que se requiere es educar con una visión de que se está coadyuvando con el desarrollo integral de los “ciudadanos del mundo”, lo cual implica no solamente reformular la filosofía institucional, al ajustar la misión y visión escolares en el marco del establecimiento de convenios internacionales, o incluir en la currícula el dominio de otros idiomas, sino que significa asumir un gran reto para el sistema educativo mexicano actual, consistente en el cambio de actitudes de toda la comunidad educativa, que lleven a reconocer los elementos presentes en la realidad actual, como es la incertidumbre a la que se enfrentarían nuestros egresados, de no estar preparados para ello; a la necesidad de estar dotados de habilidades que le permitan saber adaptarse a un medio que cambia de forma vertiginosa; asimismo, lograr que nuestros niños, jóvenes o adultos sean competentes no sólo en su grupo, sino que están insertos en un mundo ineludiblemente global, de tal manera que tengan la consciencia de que lo que hagan o dejen de hacer tiene una repercusión más amplia y profunda.

Por ejemplo, si los alumnos deciden, consciente o inconscientemente, leer poco, estudiar de manera deficiente o realizar “el mínimo esfuerzo” en su formación, tiene una trascendencia mayor, puesto que existirá a corto y largo plazo, un empobrecimiento del capital humano del país, colocándonos en desventaja constante frente a otras economías del mundo. Idea que es extensiva al plano de la formación y actualización docente: lo que se deje de hacer repercutirá negativamente, como consecuencia lógica.

El problema se agudiza si se cree, de manera generalizada, que el sistema educativo en México está actualizado y acorde con el resto de los países: una encuesta encargada a Gallup por el Banco Interamericano de Desarrollo, aplicada a 24 países de Latinoamérica, resultó en que la mayoría de los habitantes de la región están contentos con su sistema educativo, valorando más la calidad de los edificios o el trato de la escuela a sus alumnos y no en la calidad de lo que aprenden y lo funcional que les resulta el conocimiento en la realidad (Oppenhaimer, 2014).

Es así como el mexicano no es la excepción y desdeña los exámenes nacionales, como Enlace o los internacionales, como Pisa, para defender su cómoda posición de “dormir en sus laureles”.

articulo 4 2Peor aún si se ensalza la forma como se viene trabajando en materia educativa (impedimento para cambiar y ajustarse a las exigencias de los tiempos) justificándolo a través de argüir un “necesarísimo nacionalismo que nos vacunará contra cualquier invasión extranjera que atentará o apuntará a un detrimento de nuestras tradiciones”, como pueden sostener los detractores de la internacionalización.

A este respecto debe analizarse si al insertarse, quiérase o no, en la globalización, tratando de ser competitivos en el ámbito internacional, donde se abordarán temáticas de trascendencia universal, si acaso se dejará de ser nacionales o se perdiera la esencia de ser mexicano… tentativamente la respuesta es no: la muestra está en los países orientales, cuya historia es legendaria y sus tradiciones se encuentran sumamente arraigadas, normando gran parte de sus vidas, con valores, creencias e ideología nacionalista que dota de significado a su existencia y, sin embargo, logran conjugar su historia -el pasado- con la producción de alta tecnología, servicios de información, educación de alta calidad y la búsqueda constante por superar los estándares internacionales educativos -un mirar hacia adelante-; asimismo, combinan sus costumbres y folclor con la asunción de saberse “globales”.

Sin embargo, en México se sigue anclado al pasado. Por ejemplo, en la UNAM, con 1 000 personas que se gradúan en un año, 188 son licenciados en historia, 49 de ingeniería (petrolera) y 59 en ciencias de la computación, con lo cual se constata la idea de que está más ligado a conocer su pasado que a proyectar su futuro.

Mientras que en China, 1 242 000 egresados son de ingeniería, frente a 16 300 de historia y 1 520 de filosofía, no obstante que se trata de un país aún más legendario que los de Latinoamérica y que vive sus tradiciones (Oppenhaimer, 2014).

Es decir, no se encuentran enfrascados en el pasado, como tampoco adolecen de etnocentrismo, a diferencia de las naciones latinoamericanas, puesto que, aun cuando respeten su historia y sean portadores de sus características regionales, están abiertos a las ventajas que ofrece la internacionalización.

Por ello es que en nuestra República Mexicana deberíamos, si no abandonar la nostalgia por la revisión del pasado, al menos atenuarla lo suficiente para permitirnos reconocer el gran legado que tenemos, pero también participar con todos nuestros mejores recursos en el ámbito internacional, con papeles cada vez más decorosos en el panorama internacional, sin seguir suponiendo que “todo está bien como está”.

Esto implica el reconocimiento de que si bien es cierto que el nacionalismo es imprescindible como elemento de cohesión para los habitantes de un país, a pesar de sus diferencias locales o regionales (como es México: un “mosaico cultural”) a la par que provoca identidad y sentido de arraigo, también debe socializarse en el grupo primario -la familia-, tanto como en la educación formal -en la escuela-, la necesidad perenne de echar a andar a un país productivo para figurar en la competitividad mundial, así como ser capaces de generar sujetos activos (alumnos, docentes, comunidad educativa) que puedan transformar la realidad (socioeconómica y cultural), dejando de ser sólo espectadores o repetidores de historias, que realicen un constante autoanálisis de las propias acciones como causales de un impacto negativo o positivo sobre el ambiente natural y social de una totalidad más amplia -un macrosistema: el mundo- de la que se está participando, de la misma manera que este amplio contexto puede representar una excelente área de acción para ejercer su profesión, de tal manera que las opciones laborales se multipliquen y no se limiten a áreas locales.

Es así como resulta un obstáculo importante para el progreso de un país que los centros escolares de todos los niveles educativos decidan trabajar “a puerta cerrada”, enseñando los contenidos tradicionales y resistiéndose al cambio, arguyendo diversos por qué, sin más trasfondo que el enajenamiento de creer que es suficiente con cubrir los planes y programas de estudio vigentes, sin volver a revisar su pertinencia, relevancia social o actualidad permanentemente, a la luz de lo que están haciendo bien el resto de los países.

articulo 4 3Es así como debe propugnarse por incluir en la currícula del sistema educativo mexicano una formación en civismo global: concienciar que se es ciudadano en una aldea mundial, educar en los derechos humanos, tanto como en las obligaciones de habitante de la Tierra, en búsqueda de una cosmocracia (Ortega Carcelén, 2006) pero también darse cuenta de los siete saberes necesarios para insertarse en el futuro: que no es posible seguir instalados en el error e ilusión de que todo va bien, como desafortunadamente ocurre de forma más común en la práctica docente; que es importante educar en la condición de ser humano; para la “era planetaria”; en la incertidumbre y en la capacidad de realizar ajustes que permitan dar respuestas oportunas e idóneas; en la comprensión, la empatía, la tolerancia, así como en una antropoética (Morin, 1999).

Asimismo, es impostergable la internacionalización de la educación mexicana a partir de pensar más en el futuro que en el pasado y más en una proyección internacional que en un limitante nacionalismo que casi llega al chauvinismo; asumir que todos somos responsables de la educación, siendo necesario invertir en mayores y mejores recursos humanos, materiales, temporales y financieros en educación; en mejorar la calidad docente, siendo críticos y realistas, permitiendo asimismo una evaluación constante de la educación, sin simulación y con decisiones remediales sobre la base de los resultados –que no sean un mero dato-; abrirse o romper las fronteras hacia una creciente internacionalización, con presencia de profesores extranjeros que compartan sus experiencias de éxito, al mismo tiempo que permitir el ingreso de estudiantes de otros países y financiar a alumnos mexicanos para que puedan realizar estudios en universidades de todo el mundo; proyectar programas comunes con universidades internacionales; alentar el dominio de varios idiomas, así como propiciar el intercambio de informaciones con acceso a bibliotecas y centros de investigación internacional.

Sólo así es como podrá avanzarse más rápidamente para no continuar con el rezago educativo que le ha caracterizado a México en el ranking mundial actual y acrecentar su capital humano, con la subsecuente ganancia sobre su mejora en la calidad de vida de sus habitantes.

 

Bibliografía

MORIN, Edgar (1999) Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, Francia: ONU.

OPPENHEIMER, Andrés (2014) ¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con el pasado y las 12 claves del futuro, México: Debate.

ORTEGA CARCELÉN, Martín (2006) Cosmocracia. Política global para el siglo XXI, España: Síntesis.