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Desigualdad, ingreso y educación superior: Algunas promesas no cumplidas en las sociedades del conocimiento

Dra. Margarita Díaz Abrego. Doctora en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Universidad Virtual del Estado de Guanajuato (UVEG). Profesora de Tiempo Completo. México. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Tel. (462) 800 4000 ext. 1025

Dr. Edgar Yesid Sierra Soler. Doctor en Administración Pública por el Instituto Nacional de Administración Pública (INAP). Universidad Virtual del Estado de Guanajuato (UVEG). Profesor Virtual de Asignatura. Colombia. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Tel. (462) 800 4000 ext. 1025

 

Reseña

“La única herencia que te podemos dejar es la educación”, decían con orgullo y profundo convencimiento nuestros padres. Parecía un regalo invaluable pues garantizaba acceso a mejores ingresos y una sociedad cada vez más igualitaria. No obstante, la creencia de que a mayor nivel educativo, mayor nivel de ingreso, se está desmoronando; de la misma manera vemos que aunque la población accede a mayores niveles educativos, las desigualdades se siguen profundizando escandalosamente. Dos sombras rondan una de las principales promesas de nuestros padres.

En este trabajo mostraremos la forma en que aun cuando los niveles de cobertura en educación superior van en aumento, el acceso a estos niveles sigue siendo discriminatorio, además de que los ingresos de aquellos que acceden a esos niveles no mejoran.

Abstract

“The only heritage that can be left is education” parents used to say with a profound pride and conviction. It looked like an invaluable gift, because it guaranteed a better income and a more equalitarian society. Nevertheless, believing that a higher educational level turns into a better income is declining; likewise, it is still seen that even though population get a higher educational level, inequities are felt deeper. Two shadows of the main promises from our parents are roaming.

In this paper it is shown a way in which, despite the levels of coverage in higher education there is still discrimination, added up to the non-increasing income levels.

Palabras clave: desigualdad educativa, ingreso, educación superior, sistema educativo, sociedad del conocimiento.

 

Introducción

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El presente trabajo pretende un acercamiento a la situación de la educación superior, su impacto en los procesos de desigualdad social que se agudizaron tras las crisis económicas iniciadas en el año de 2008, y una revisión a la idea de que a mayor nivel educativo, mayores ingresos. Es un hecho que este nivel ha sufrido los mayores cambios al interior de los sistemas educativos de diferentes países, por ello abordaremos particularmente la situación de nuestro país convencidos que los gobiernos pueden aprovechar estas transformaciones en el ámbito educativo como estrategia para el desarrollo social inclusivo e igualitario.

Ante este panorama de crisis global, las naciones requieren robustecer la formación técnica, profesional y superior capaz de insertar a su capital humano en el mercado laboral y aumentar los niveles de innovación. Lo anterior está íntimamente articulado con los sistemas educativos (cobertura, acceso, calidad, retención, por citar algunas) y con la actuación de los gobiernos en el diseño y ejecución de políticas sociales innovadoras y progresistas suscritas en el marco de acción y acuerdos internacionales (UNESCO, 2015).

¿Cómo elaborar políticas públicas en materia de educación con base en la innovación y el progreso social, si no comprendemos las grandes y graves transformaciones que están ocurriendo en el mundo? Por un lado y de acuerdo con la UNESCO, mercados laborales impenetrables, avances tecnológicos, el crecimiento urbano, las migraciones internacionales, la fragilidad de los estados, y por el otro; la degradación medioambiental, los cambios sociodemográficos, el desempleo a escala mundial, la persistencia de la pobreza, el aumento de la desigualdad social y la clara fragilidad de la seguridad y la paz (UNESCO, 2015).

La realidad es que las leyes facilitan una serie de condiciones idóneas, pero la estructura del sistema educativo de nivel superior tiene relación con la estratificación y movilidad social, lo que contradeciría los contenidos de equidad e inclusión social de las políticas sociales.

La primera parte del documento revisa el tema de la desigualdad en la distribución de la riqueza; la segunda parte muestra la segmentación en el acceso a la educación superior; finalmente se analiza el nivel de ingreso de acuerdo a los años de escolaridad. Cerramos el texto con algunas reflexiones acerca de las promesas incumplidas en torno a las bondades de la educación superior.

Desigualdad en México, América Latina y el mundo

El concepto sociológico de desigualdad está en permanente reconstrucción. El acceso y los recursos están distribuidos de forma desproporcionada entre las clases sociales y las brechas se asocian con mayor fuerza a malestares sociales globales como la pobreza, la marginación, el género, la pertenencia generacional. Consideramos que la desigualdad social está íntimamente ligada a diferentes variables estructurales, entre ellas la composición de los hogares, la edad de las personas y por supuesto los años de escolaridad.

Documentos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (2011), muestran como la pobreza y la desigualdad han ido en aumento en los últimos veinte años. Las crisis económicas y el proceso de globalización perfilan un mundo cada vez más asimétrico donde la distribución de la riqueza está produciendo una cada vez mayor diferenciación entre las personas, comunidades y naciones. Cierto es que la reducción de las tazas de pobreza ocurre en algunos países, pero también es una constante que la brecha entre las clases sociales más ricas y las clases medias han aumentado. 2015 fue el primer año en el que se confirmó que la riqueza del 1% de la población mundial es igual a la del 99% restante. Un dato vergonzoso, por decir lo menos, para un mundo que promete mejoras en el ingreso y los niveles de equidad (Credit Suisse, 2015). A este mismo respecto, México tiene el nivel de desigualdad más elevada entre los países de la OCDE (2015), dos terceras partes de la riqueza total están en manos del 10% de las familias y el 1% de las familias acapara más de un tercio (CEPAL, 2016).

Educación superior en México y América Latina

Ahora bien, para hablar de educación superior, es necesario repasar lo que sucede en los niveles anteriores. En México vemos que, en media superior, para 2012 apenas la mitad de la población lo completó y aunque se aprecia una ligera ventaja de las mujeres (51.7%) sobre los varones (48%), la desigualdad se amplía entre distintas subpoblaciones. Concluyen este nivel apenas un tercio de los que residen en áreas rurales en contraste con 57% de los que residen en áreas urbanas, o lo alcanzan sólo 23 de cada 100 de quienes se encuentran en condiciones de pobreza alimentaria, a diferencia de 62% de quienes residen en hogares no pobres (Blanco y otros, 2014).

Con referencia a la educación superior en México, poco más de 2.93 millones de personas mayores de 20 años se encuentran inscritos en alguna institución pública o privada cursando el nivel, ésta cifra representa únicamente un 24% de los jóvenes mayores de edad en todo México. Es una proporción baja comparada con otros países de la OCDE como Australia, Islandia o Corea del Sur, en donde más del 60% de sus jóvenes se encuentran inscritos en alguna institución educativa de nivel superior; en América Latina las cifras oscilan para Chile, Uruguay y Cuba por encima de ese mismo 60%, mientras que el promedio para la región es de 40%, superior, aun así, a la cobertura en México (OREACL, 2015; Senado de la República, 2015; OCDE, 2016).

En casi todos los países, la no conclusión de los niveles educativos se puede observar desproporcionadamente entre los jóvenes más pobres, que viven en zonas rurales, o que pertenecen a grupos étnicos particulares. Los países de Latinoamérica pasaron de un promedio para el acceso a la educación superior de 2230 estudiantes por cada 100, 000 habitantes en el año 2000 a tener 3 mil 428 en el año 2013 (OREACL, 2014). El reto ahora parece dirigirse a superar la restricción social en el acceso y la conclusión.

Acerca de la estratificación de la Educación Superior

Aun cuando la cobertura en todos los niveles educativos avanza en nuestra región, el acceso a los niveles superiores aún se encuentra limitado a ciertos grupos de población. A este respecto, las investigaciones en torno a la desigualdad en México inician en la década de los 70. Van desde análisis referidos a la distribución del ingreso (Cortés, 2000; Esquivel, 2011), el acceso a la educación y al logro educativo (Bracho, 1995; Martínez, 2002; Schmelkes y otros, 1997; Solís, 2010), hasta la estratificación y movilidad social (Balan y otros, 1973; Zenteno y Solís, 2003; Cortés y Escobar, 2003; Solís, 2012). Estos trabajos analizan las diversas formas en que se reproducen las desigualdades sociales en México, así como la importante influencia que tienen las condiciones socioeconómicas y el capital cultural en la vida de las personas.

En esta línea de análisis, han surgido estudios recientes que buscan rastrear quiénes son aquellos que acceden a las oportunidades educativas; lo que podría arrojar pistas acerca de la profundización grosera de las diferencias (Abramo, 2004; Basi y otros, 2012; Behrman y otros, 2005; Blanco, Robles y Solís, 2014; Bourdieu y Passeron, 2003; Castro y Gandini, 2008, Breen y Bernt, 2013). Es cierto que se ha aumentado la cobertura, pero también es cierto que quienes acceden a las oportunidades sigue siendo un mismo grupo. El de los más favorecidos.

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Elaboración propia con base en datos de Solís (2014)

Un reciente ejercicio muy ilustrativo para México, lo presenta Solís (2014). El incremento de la oferta educativa en este nivel no modificó la condición inicial de acceso desigual a lo largo de los años. Aquellos jóvenes que provienen de familias mejor acomodadas son favorecidos por su situación económica y aún en los casos en que se ingresa con base en un examen de admisión, ellos siempre inician con ventajas por su contexto de mayor educabilidad y acceso a mejores escuelas en los niveles previos; es así que se ubicaron reiteradamente en los primeros lugares de los resultados para el acceso a la educación superior. Estos datos se confirman para América Latina por Daude (2010) quien observa que es más frecuente que los jóvenes de hogares ubicados en lo alto de la escala social logren terminar la educación secundaria y los estudios universitarios, en comparación con aquellos que provienen de hogares desfavorecidos.

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Elaboración propia con base en datos de Daude (2010)

La gráfica anterior se explica por sí sola. En general los años de educación se duplican en los niveles socioeconómicos altos, en comparación con los otros niveles. La tendencia se reduce para los jóvenes entre los 14 y 20 años, pero aun así el reto parece persistir y profundizarse.

En una sociedad segmentada como la mexicana, las diferencias de clase impactan de manera directa en la inserción de estudiantes al nivel superior y a un cierto tipo de universidad. Así como no se logran más años de escolaridad, los jóvenes provenientes de niveles educativos bajos tampoco acceden a las mejores universidades. México, al día de hoy, presenta un sistema universitario que refuerza la permanencia en la posición de origen y promueve la inmovilidad social (Daude, 2010).

¿Más años de educación, más ingreso?

Y por si fuera poco el asunto de la estratificación en la educación superior, también nos enfrentamos a la pregunta acerca de si a mayor nivel educativo, mayor nivel de ingreso. Es así que en cuanto al impacto que tienen los años de escolaridad en el salario, los estudios se rastrean desde los años 60; durante esta década se construye la base teórica y se desarrollan algunos de los primeros análisis empíricos en torno a la relación entre capital humano e ingresos, así como el concepto de “tasa de rentabilidad” (Becker, 1975; Denison, 1962; Mincer, 1974; Rosen, 1996; Schultz, 1961). En México parece que la relación es positiva y se ha encontrado que el rendimiento por año de escolaridad oscila entre 8.2 % y 8.4 %. Las mayores ganancias absolutas las provee el postgrado, seguido por el nivel profesional (Morales, 2011). Se ha documentado, adicionalmente, que los adultos con niveles educativos más altos tienen mayor probabilidad de estar empleados, en comparación con los adultos con menos educación. Finalmente se ha observado que los ingresos de los graduados aumentan con el nivel educativo, sucediendo esto en mayor proporción en nuestro país, en comparación con la mayoría de los países de la OCDE (2016). Por tanto, para mitigar las desigualdades sociales, una tasa de graduación elevada permite un dinamismo mayor de las clases sociales o movilidad social alcanzando en una dimensión básica pero importante, la toma de decisiones individuales y colectivas.

Aun así, recientemente se ha generado un análisis acerca de lo que se ha denominado sobre-educación, mostrando que, en México, al menos un 26% de individuos presentan esta condición, siendo los más afectados hombres y las áreas más comunes: Ingenierías, Ciencias Sociales, Administración y Ciencias Naturales. La consecuencia en el ingreso para una persona sobre-educada es en promedio de un 19% frente a una que no está sobre-educada (De la Garza y Villezca, 2006).

Conclusiones

Las naciones que aspiran a transitar hacia sociedades del conocimiento requerirán alcanzar la universalidad en el acceso de la educación superior sin atender a criterios de clase. Se demanda, además, una intervención del Estado en la construcción de políticas públicas coherentes con las especificidades de cada sistema educativo, en periodos concretos y asegurándose que se implementen y evalúen. México es uno de los países de mayor contraste y su crecimiento económico depende de los cambios que se produzcan en los servicios de educación proporcionados por el Estado.

El potencial de la educación dependerá de un incremento en el gasto público y de la reorientación de la política educativa del nivel superior que deberá incorporar información sobre condiciones sociodemográficas como estructura del hogar, edad, género, tipo de empleo, salario y composición del ingreso, entre otras; ya que estas variables producen datos que influyen sobre las desigualdades sociales.

Las élites mantienen su lugar a lo largo del tiempo mientras que las clases sociales bajas quedan estancadas en un contexto de desventaja social y económica. Los jóvenes que pertenecen a hogares con ingresos más bajos son el grupo poblacional con la participación en estudios superiores más baja. Si a esto sumamos otras condiciones como género, etnicidad y educación de los padres, el problema se torna dramático. Es urgente hacer algo al respecto, desde la toma de decisiones, hasta los actos cotidianos que perpetúan las desigualdades.

Pensar en las promesas quebradas se hace necesario pues aún no tenemos pruebas de que la mayor cobertura en educación superior haya reducido las brechas entre grupos sociales, tampoco que más años de escolaridad mejoran francamente el ingreso. Por el contrario, la mayor cobertura parece fortalecer las desigualdades; los salarios no mejoran y se comienza a observar el fenómeno de la sobre-educación. Las políticas públicas deben repensarse a la luz de la promesa básica de nuestros padres. En México se sigue presentando una fuerte relación entre las diferencias de clase, género y pertenencia a un contexto particular (rural, indígena, entre otros). Al entrelazarse con el ámbito de la educación superior, se suman mecanismos importantes que refuerzan las desigualdades, y crean a su vez asimetrías de todo tipo.

Referencias

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